Imagen referencial.
Imagen referencial.
Foto
Cortesía

Share:

Muertos por Covid son personas NO cifras

Crónica sobre la pandemia.

“Las estadísticas tienen como deplorable consecuencia, que cuando se recurre constantemente a ellas para contabilizar muertes, al final terminamos sumando a los fallecidos como un número más, y no como un ser humano menos”.

Por Alfonso Ricaurte Miranda

Escribo por segunda vez sobre el dolor de los familiares de los muertos por el Covid 19, pero en esta ocasión hago además un llamado a romper la tendencia en la que estamos cayendo, al sumar cada nueva víctima en esta pandemia, como un número más, y no como una persona menos.

Casi seis millones de personas en el mundo, 5.800.000, hasta hoy que publicamos esta nueva crónica han fallecido por Covid 19, pero esta cifra será la única que entregaré, porque la experiencia me ha enseñado que los números, aunque contabilicen muertos, desafortunadamente siguen siendo estadísticas y las estadísticas son frías, indiferentes y manipulables.



Todos los días los medios de comunicación y los periodistas, cumpliendo con nuestro deber de informar, entregamos las estadísticas que muestran la evolución de la pandemia y las muertes que esta ha causado.

Lo anterior tiene como deplorable consecuencia, que cuando se recurre constantemente a ellas para contabilizar muertes, al final terminamos sumando a los fallecidos como un número más, y no como un ser humano menos.

Hago un llamado a romper la rutina de seguir consultando las estadísticas para saber a cuantos la parca se ha llevado, y construyamos el hábito de dedicar una plegaria, una voz de aliento para aliviar el dolor de las familias en las que uno de sus miembros ha muerto.

Nunca una cifra de muertos, por abultada que sea, alcanzará el grado de dolor que siente una sola familia, por el fallecimiento de uno de sus miembros.

Me niego también a aceptar las estadísticas como argumento para restarle riesgos a la pandemia cuando la incidencia de contagio se reduce y nos sugieren que podemos bajar la guardia con las medidas de prevención.

Pero sobre todo, rechazo rotundamente cuando se pretende presentar las muertes registradas, como una inevitable consecuencia para que el engranaje productivo no se detenga.

Me aterran los repuntes inesperados de un virus que tiene la capacidad de mutar para burlar las defensas que la ciencia ha logrado crear para protegernos de él y la contundencia con que nos golpea con cada aparición.

Me siento indefenso ante tanto descerebrado, que pese a la evidencia de tantas muertes, niegan la existencia del virus y la pandemia y pretendan en su imbecilidad, desconocer la efectividad de las vacunas.



Pero sobre todo me duele seguir en estos tiempos en los que no podemos abrazarnos a nuestro ser querido, para darle el último adiós de despedida.

Diálogo en los tiempos del fin del mundo

- Sólo sabemos en su cruda magnitud, cuan profundo y doloroso es el vacío que deja la muerte, cuando el destino en su inapelable designio sentencia la vida de un ser querido. - Dije con profundo convencimiento.

- La muerte es un hecho inevitable que debemos aceptar, sobre todo en estos tiempos de pandemia, que son el preámbulo del fin del mundo.

- Respondiste con tu característico pragmatismo.

- Nadie se resigna sin dolor a la llegada de la muerte. En algún momento después de enterarnos de su inevitable llegada, se nos entristecerá el alma y su dolor será más intenso en tanto más cerca nos toque. Nada podrá evitar el dolor que causa la muerte, ni siquiera el esfuerzo de los poetas para aliviar con su don literario la pesadumbre por esa ausencia eterna, ni el de los científicos, filósofos y pragmáticos como tú, para convencernos de que veamos a la muerte con la naturalidad de un hecho inherente al ciclo de la vida.

- Si. Tienes razón. – Reconociste con sinceridad, Pero fiel a tu convicción agregaste:

- Afortunadamente tengo la certeza de que todos en el fondo de nuestro ser tenemos la disposición para aceptar, unos con más fortaleza que otros, esa inevitable conclusión del ciclo de la existencia. Incluso me atrevo a asegurar que esa disposición es mayor en aquellos casos en los que la muerte, es un alivio ante otras alternativas que no garanticen que la vida volverá a florecer.

- En esos casos comparto tu pensamiento. – Expresé también con convencimiento, aunque maticé:

- Pero incluso la aceptación de la muerte en esos casos, no blinda ni un ápice el dolor que causará la ausencia de ese ser querido. Y cuando se vaya sufriremos profundamente y lloraremos y lo volveremos hacer cuando afloren con intensidad sus recuerdos.

Al escucharme sentir el trémulo de mi voz, hiciste silencio y me dejaste continuar y precisé entonces con aflicción:

- La muerte de un ser querido en cualquier condición es inevitablemente dolorosa, pero lo es con más intensidad, cuando ésta llega en un momento en el que el destino se confabula con la fatalidad y las circunstancias te impiden dar rienda suelta al primer impulso de correr a su lado, abrazarte a él y darle el último adiós. Cuando la pérdida de un ser querido ocurre así, la impotencia te derrumba, se ahonda aún más la pena, y al vacío que comienza a crecer desde ese momento en tu interior, se sumará el desconsuelo perpetuo por no haberte despedido. Esta es la consecuencia más lacerante que sufren los familiares de los difuntos en tiempos de pandemia; en estos tiempos del fin del mundo como tú lo has llamado.

- Pero esos tiempos exigen alternativas para no dar más pasto al sufrimiento por la muerte y tenemos que aceptar la despedida virtual como el consuelo que nos queda. – Afirmaste dejando Aflorar de nuevo tu pragmatismo.

- Te equivocas. – Negué con contundencia. - Nada consolará el hecho de no poder estar presente en el último momento de vida de una madre, un padre, un esposo, esposa, hijo, hermano o familiar directo. Nada lo consolará porque ese es el único momento en que la irracionalidad del dolor nos permite consolarnos con la divina creencia de que su alma aún no se ha alejado lo suficiente y podrá escucharnos decir, que nuestro amor la acompañará por siempre en el camino que emprende hacia la ausencia eterna.

Me miraste conmovido, pero fiel a tus principios y a la sinceridad en que basamos nuestra relación, intentaste consolarme sin abandonar tu convencimiento.

- Ante tan inapelable sentencia del destino, solo nos queda entonces alimentar nuestra fortaleza en los recuerdos de esos seres queridos, para aliviar la dolorosa soledad que deja su partida, y la irrefutable realidad de que muerte es para siempre.

Yo te miré sin argumentos para rebatir, pero reacio a aceptar esa realidad mantuve el doloroso duelo dialectico en que se había convertido nuestro diálogo y contesté con más ilusión que convencimiento.

- O no. Podemos también alimentar esa fortaleza evocando una justicia divina que permita una dispensa para que esos seres queridos que se han ido de esa manera regresen, aunque sea por un instante en el que podamos fundirnos en el abrazo de despedida que no pudimos darle, aunque después, cuando la dispensa acabe, tengan que partir nuevamente al paraíso desde donde han regresado.

Hasta el próximo viernes  

alfon.ricaurte@gmail.com

Otros cuentos del autor Click en el link https://www.ivoox.com/audios-que-me-gustan_hc_recomendados_1.html

Más sobre este tema: